martes, 17 de marzo de 2009

Cuentagotas

Últimamente no actualizo muy a menudo. La poco creatividad que tengo la estoy vertiendo con cuentagotas en la página web del gabinete, que espero pronto vea la luz. Es un embarazo largo y difícil para una primeriza, pero ya le falta poco para salir de cuentas.

Mientras tanto, para los que aún os pasais por aquí de vez en cuando, os dejo un regalito, en agradecimiento a vuestra constancia y a vuestra paciencia.


"Esta noche he tenido un sueño precioso. Soñaba que me despertaba, que por fín abría los ojos y lo primero que veía era a mi marido sentado a mi lado, con su mano sosteniendo la mía y con sus grandes ojos grises llenos de brillo sonriéndome, porque Arturo sonríe con los ojos, más que con los labios. Con esos ojos me conquistó, ojos profundos que con sólo mirarme todo lo dicen. Los echo de menos. Sus ojos, sus manos...
Cuando viene a verme, ya cada vez menos, algo me dice que me coge las manos con ternura, que me besa en la mejilla, aunque sin poder sentirlo realmente. Entonces me abandono a mis fantasias e imagino que me acaricia como entonces. Inundada por su voz, porque si hay algo en él que me guste más que sus ojos es su voz, saboreo cada una de sus palabras, que es lo único que ahora me llega de él, aunque la mayoría de las veces no puedo saber lo que me dicen. Últimamente tiene más apagada la voz. Temo que mi estado le esté robando la alegría. Supongo que no debe de tener muy buen aspecto. En el fondo allí arriba saben lo que se hacen, librándome de verle sufrir por mi, aunque cuando se ha llevado tanto tiempo con un hombre, eso no lo deben saber los de arriba, una aprende a saber cómo se encuentra sin necesidad de mirarle, solamente su presencia cerca mía ( porque eso sí lo noto ), me basta y me sobra para sentir lo que él.
Esta noche he tenido un sueño precioso. Soñaba que él me abrazaba, que reía feliz sosteniéndome en sus brazos y me llevaba a casa. La verdad es que esta habitación es ya como mi casa, claro que no tiene la intimidad y el conford de nuestro apartamento, pero con el tiempo una termina acostumbrándose a casi todo.
Alguien acaba de entrar. Ha dejado la puerta abierta, creo, porque ahora se escuchan voces en el pasillo. Unos pasos inseguros se acercan hacia mí. Debe de ser la limpiadora. Es la primera que entra por las mañanas y la que me advierte de la llegada de un nuevo día. Vaya, ya se marcha.
Es curioso como después de tanto tiempo sigo contando los días. Bueno, no los cuento, pero me gusta ser consciente de la velocidad, o la lentitud, según se mire, del tiempo al pasar. Lo primero que aprendí a distinguir fue el día de la noche. Eso fue fácil: las noches son silenciosas, hay menos movimiento tanto dentro como fuera. En cambio el día, es totalmente distinto. Viene el médico a hacerme la visita, la enfermera me lava y por la tarde... viene mi marido, algunas tardes, porque ya hay días que no viene. Lo comprendo.
Supongo que él fue uno de los motivos por el que me esforcé en mantenerme despierta durante el día. Hay muchas cosas que ocurren a la luz del día, cosas que entretienen, que le hacen a una más llevaderas las horas y que corría el riesgo de perderme si me abandonaba al sueño al libre albedrío. Para eso están las noches.
Alguien entra de nuevo en la sala. Se trata de Clara, la joven auxilir: el eco de esos zuecos la delata.
- ¿ Cómo estamos esta mañana señora Casimira ?.- pregunta con tono jovial. Creo que es la única persona que conozco con semejante ánimo a primera hora de la mañana.
" Estupendamente ", pienso.
Sus pasos se alejan hacia donde debe estar la ventana, levanta la persiana e inmediatamente la luz se apodera del cuarto.
- Hoy hace un día estupendo. Ahora cuando la lave la acerco a la ventana para que le de un poco el sol, a ver si me coge buen color, que tiene que estar guapa para cuando venga a verla su marido.
Sonrío para mis adentros ante el comentario. Supongo que no debe de ser fácil hablarle a alguien que no sabes si quiera si te está escuchando. " Sí te estoy escuchando, Clara. Sí, me vendrá bien sentir el calor del sol y a mi cara supongo que también, no debe de tener muy buen aspecto. El maquillaje hacía maravillas con mis ojeras, pero ahora que están dejadas a la mano de Dios, sólo él sabe cómo deben de andar ".
A veces me gustaría poder hablar con ella, contestar a sus preguntas, agradecerle sus detalles, preguntarle por su novio. No me ha vuelto a contar nada desde aquel día en que se vino abajo. Pobrecilla. Siempre ayudando a los demás, volcada con los problemas ajenos, llega a olvidar los suyos... hasta que un día ya no puede más y estalla, como aquella vez, ¿ verdad Clara ?. Aquella vez cuando tuviste el aborto espontáneo y perdiste ese hijo que tanto deseabas. Esa noche tuviste guardia en el hospital y entraste aquí, donde me vistes y me lo contastes todo. Estabas tan triste... Pero te desahogaste, lloraste hasta caer rendida, ante la desconocida que yo era todavía para tí. Lo mejor para desahogarse de verdad es contarle tu vida a un completo desconocido, ¿no lo sabías?. Bueno, supongo que entonces lo aprendiste. Además, tú lo tenías más fácil: tu confesor no podía opinar, ni desvelar tus secretos, ni siquiera podía dejar de prestarte atención. O al menos eso debías de suponer. Me tenías a tu merced. Y yo te escuché. Escuché a una pobre chica que pasaba por un mal momento: y te entendí. Hice de tu problema el mío sin que tú ni siquiera llegaras a sospecharlo y te ofrecí mi amistad. Pero eres una chica fuerte y unos días más tarde volvías a entrar cantando en mi habitación.
Después de lavarme se marchó con prisas, siempre con prisas, aunque me prometió que vendría a hacerme una visita en un hueco libre que encontrara. " Aquí estaré esperándote ".
Hoy estoy especialmente alegre. Ayer no vino Arturo, así que esta tarde vendrá seguro, e incluso es posible que traiga a Carlos, nuestro hijo. En realidad, se supone que aquí no dejan entrar a los niños, pero conociendo a mi hijo que, como su padre, consigue todo lo que se propone, y sabiendo lo bueno que es aquí el personal, no me cuesta trabajo imaginar cómo Carlos se las ha ingeniado para que le dejen venir a verme de vez en cuando. Yo se que ha venido algún que otro día, porque he escuchado a su padre nombrarlo, alentarlo para que me diga algo, para que me cuante cómo le van las cosas en la escuela, e incluso una vez pude sentir cómo pasaba sus pequeñas manitas por mi cara, pero se niega a hablarme. Los niños siempre tienen esa visión sincera y práctica de las cosas. Hace bien. Ya tendrá tiempo de volverse hipócrita, digo diplomático, de aprender a disfrazar sus sentimientos como aquí los adultos sabemos hacer tan bien.
De repente la puerta vuelve a abrirse. Debe de ser para mi vecina o vecino, porque la verdad es que ni siquiera sé si es hombre o mujer. Sé que existe porque también una vez al día va alguien a lavarle, a cambiarle de postura. Esto me recuerda que debo de estar en la misma postura desde ayer. A Clara se le ha olvidado acomodarme... con tantas cosas como tiene en la cabeza, lo que no se es cómo se acuerda de la mitad de lo que se acuerda.
Mi vecina, a la que sin saber su sexo la he bautizado como Fina, debe de sentirse muy sola. Le he puesto el nombre de Fina porque me recuerda a una gata que tenía de niña que se llamaba así. Mi madre no se quebró la cabeza con el nombre: el primer día cuando la vió cachorrilla, tan pequeña y delgatita, la llamó por la primera palabra que se le vino a la mente y como en mi casa la costumbre era hacer lo que hacía o decía mi madre que hiciéramos, Fina se le quedó, por inercia. Pero pronto Fina empezó a crecer y a engordar... y a tener gatitos y más gatitos, pero eso es otra historia. El caso es que cuando nos dimos cuenta, mi gata, porque me la regalaron a mí, estaba inflada como un globo y el adjetivo de "Fina" se le quedó tan pequeño y ridículo que por temor a que le sentara mal, la gente empezó a llamarla por todo menos por su nombre. A lo mejor fue por eso que se alejó de todo el mundo, porque pensó que ya no la llamábamos.
Mi vecina me recuerda a mi gata. Alejada de todos, tan silenciosa y callada. Desde que entré aquí no recuerdo que haya venido nadie a visitarla. No se si es porque no tiene familia o porque ya han desistido. El hecho de que me hayan puesto a mi con ella a veces me hace pensar que a mi también hayan podido darme ya por imposible. Pero normalmente lo que pienso es que como Arturo viene tanto por aquí, nos han puesto juntas para que Fina, si es capaz de escuchar como yo, que supongo que algo, aunque sea poco, escuchará, siga oyendo hablar a la gente, aunque no se dirijan a ella. Deben de haberlo hecho para que no se le olvide el idioma, no vaya a ser que se despierte un día y como no entienda a nadie se arrepienta y vuelva a dormirse. Lo curioso es que ni las enfermeras le hablan. Resulta extraño, pero es por eso que no sé ni su nombre. Ni siquiera lo he oído en boca de Clara. A lo mejor ellas no saben como se llama, porque es muy raro que ni siquiera la saluden por las mañanas. Quizás mi vecina también perdió el nombre, como mi gata.
La visita ha debido de ser definitivamente para Fina, porque la enfermera ha entrado y salido sin decirme ni hacerme nada, así que ha tenido que ser para ella. Espero que le hayan cambiado de postura; yo sigo con la misma.
Esta noche he tenido un sueño precioso. Allí arriba entienden, dejándonos el sueño a quienes nos falta la vigilia. En un sueño puedo abrir los ojos y ver a mi marido, como ocurrió en el de la noche pasada, o puedo echar a andar por las calles de mi ciudad. Echo de menos los paseos que dábamos Arturo, el niño y yo, cuando caía la tarde y nos íbamos a caminar por el centro " para que Carlos conociera su ciudad ". Mentira. Los que queríamos conocerla éramos Arturo y yo. Queríamos andar de nuevo por esas calles en donde nos conocimos, hace ya muchos años, cuando los dos estudiábamos en la facultad. Ya entonces era muy guapo. Me acuerdo que me enamoré de él desde el primer momento. Fue todo un flechazo. Él dice que también se fijó en mí nada más verme, pero yo se que no fue así: lo fui seduciendo poco a poco, que tiene más mérito. Al principio andaba detrás de Bea, mi compañera de prácticas. Yo lo sabía, aunque él aún hoy no ha querido reconocerlo. Cabezonería tonta no querer admitirlo, porque de hecho si nos conocimos fue gracias a ella. Si Arturo no hubiera sido tan pesado y no se le hubiera metido en la cabeza como se le metió que tenía que salir con ella, Bea no le hubiera podido dar plantón y él nunca habría coincidido conmigo aquella noche en la puerta de aquel bar. Bueno: coincidir, lo que se dice coincidir... En realidad nunca le dije que yo sabía que había quedado con Bea y que ella me había dicho que no iba a ir. Él sigue creyendo que fue una coincidencia encontrarme allí, sigue achacando al destino que a los dos nos plantasen la misma noche en el mismo sitio. Al principio no se lo dije por miedo a que se enfadara, con lo serio que se toma él ese tipo de cosas. Después, cuando supe que ya nada de lo que le dijera sobre aquella noche o cualquier otra podría estropear lo que había nacido entre nosotros, me dió pena fastidiarle el recuerdo de nuestro primer encuentro. Ha sido siempre tan romántico... y le brillan tanto los ojos al reocordarlo, todavía emocionado y agradecido al destino, que no me he atrevido nunca a desengañarle. Si él es más feliz creyendo eso, ¿ quién soy yo para venir a aguarle ahora el cuento de hadas ?. Después de todo, tal vez sí fue el destino el que nos colocó aquella noche allí a los dos, tal vez sí fue el destino el que hizo que se fijase en mi amiga Bea y todo lo demás... yo seguiré pensando que fueron los de allí arriba, que siempre están en todo.
Esta tarde me ha sorprendido el sueño. Cuando volví en mí estaban aquí Arturo y el niño. Mi niño, las ganas que tenía de estar contigo de nuevo... ¡ te he echado tanto de menos !. Si, sí, tú a mi también, lo se. No debe de ser fácil para tí manejarte por el mundo sin una madre detrás tuya, diciéndote todos los días lo que te quiere y lo orgullosa que está de tí. Debes de haber crecido desde que entré aquí, ¿ eh ?. Seguro que ya te llevas de calle a las niñas de tu clase. Con esos ojos que tienes, igual que los de tu padre... seguro que sí. Trátamelas bien, que las niñas a esas edades son muy sensibles... "






......... CONTINUARÁ"

Parte I de "La vecina", relato corto escrito hace millones de años por Laesperada.

Se me cuidan.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Para psicoterapia:
http://www.publimatic.com/agenda/psicoterapia.gif
http://www.anandapsicoterapia.com/Imagenes/psicoterapia.jpg
http://www.possibilidades.com.br/humor/img/peanuts_depressao.gif
Para terapia de familia:
http://3.bp.blogspot.com/_wFxuJ0o_onU/R7cSVz5u9xI/AAAAAAAAAD8/VL71SMb_MJo/S1600-R/BANNER+FAMILIAS+08.jpg

Mirta Peces dijo...

Me ha gustado mucho muchísimo!! eso sí, muy triste..bastante triste, me pregunto en qué momento de tu vida lo escribiste..
pero está genial, me he imaginado todo, perfectamente.
Espero con ansia la próxima entrega!
un beso y que tengas un buen día!

Anónimo dijo...

Muy bonito, espero algún día poder leer el libro que quieres editar...Siento mucho haber llegado tarde, luego me he dado cuenta q mi reloj tenia otra hora!! Ha sido todo muy rápido, creo que necesito que charlemos más despacito...Imagino que el finde no podrás, no pasa nada, tengo trabajo y más amigas...jeje.

Besos, CJ

Anónimo dijo...

Hola people!
No te creas Mirta, no tenía yo en aquel entonces el ánimo muy bajo. Ya os torturare con la segunda parte, a ver si se me ve el plumero un poco.
Depende de lo que entiendas por finde, CJ.
Hablamos anyway.
Besos.

Anónimo dijo...

Hola guapas.

Una pena no haber podido quedar ayer. Nos lo pasamos genial. El guille, hecho un tío, aguantó los 10 km de monte mejor que los mayores.

Tenemos que poner en pie lo nuestro, que ya tardamos. Los días de entre semana, podría veros a las 18.30 o así, si me avisais con tiempo. Un viernes, puede ser antes, porque no trabajo por la tarde, aunque suelo organizar tarde jaiguer. Aunque... quizás cambie eso.

Bueno, pues eso, que cuando podáis me avisáis y ya me organizo, que el mundo está necesitada del jaiguer world.

Besitos en tandem.

Anónimo dijo...

no lo he leído entero, pero me gusta la foto del misino blanco

MJ&C

Anónimo dijo...

Jajaja
Lupe ve reservando para este viernes, si el jiguer te lo permite, una sesión cuando salgas del curro. Ya te aviso anyway.

Sin novedades, MJ et C.

Anónimo dijo...

Que bien se esta en el iglú...


http://www.elpais.com/articulo/ultima/Quedarse/elpepiult/20090324elpepiult_1/Tes/

Anónimo dijo...

has adelantado algo de lo que hablamos? si necesitas ayuda avisame y quedamos, aunque en estos dos días hemos intentado contactar y ha sido imposible, je!...CJ

Anónimo dijo...

Anónimo no puede verse el artículo... :(

Anónimo dijo...

http://www.elpais.com/articulo/ultima/Quedarse/elpepiult/20090324elpepiult_1/Tes


a ve si ahora se ve bien el iglu..

Anónimo dijo...

Como no llegaba a salir, te lo copio entero..a ver si lo disfrutas tanto como yo


Uno de los enigmas de la historia del ser humano es saber por qué los mal llamados esquimales, un nombre ofensivo que significa "comedores de carne cruda" (ellos se llaman a sí mismos inuit, la gente) se quedaron a vivir en el ártico, la zona más inhabitable del planeta. Entiendo cómo pudieron llegar hasta allí: empujados por la necesidad, por la violencia, huyendo de pueblos más guerreros. Pero, ¿quedarse? ¿Perseverar en un desierto hiperbóreo sin nada más que un frío letal e infinitos hielos?

La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Ahora voy a hacer una cabriola metafórica. Comí el otro día con una amiga que, tras una vida amorosa un tanto agitada, lleva 20 años con el mismo hombre, y le pregunté por qué con éste sí se había quedado. No supo decirme. Y de pronto me puse a pensar en los inuits, y en que quizá la lenta, compleja y difícil construcción de una vida en pareja se parezca mucho a ese logro titánico esquimal que consiste en hacerse un hogar donde no hay nada. O peor, donde sí hay algo: vientos huracanados y tormentas colosales en el círculo polar, intereses divergentes y feroces broncas en las parejas. Como en el caso de los inuits, está claro por qué llega uno a una historia amorosa: por necesidad de afecto, por soledad animal, por urgencia genética. Pero después hay que quedarse. Para mantener una pareja, como es obvio, no hay que aguantarlo todo; pero desde luego siempre es necesario aguantar bastante. Tal vez por eso ahora haya tantas separaciones: porque nos flaquea la tenacidad. ¿Y por qué se queda uno? Puedes darte razones y hablar de los hijos, por ejemplo, pero en realidad esa perseverancia es un misterio. Y así van pasando los años y los enfados, los encuentros y los desencuentros, y de pronto un día descubres que habéis creado un espacio, un modesto y cálido refugio para dos, un iglú protector en el mar de los hielos.

Anónimo dijo...

Qué bonito...
¿Quién lo ha escrito?

Anónimo dijo...

rosa montero..quien si no?

Amnistía Internacional