viernes, 8 de agosto de 2008

Lisboa


Os transcribo tal cual algunas notas que tomé en el viaje:
"Escribo desde nuestro humilde apartamento en el centro de la capital portuguesa. Nos recuerda a Medina por sus dimensiones, porque todo queda al lado de todo. Sin embargo, y a pesar de tener aproximadamente los mismos metros (si le damos credibilidad a la información que aparecía en internet), da más sensación de amplitud. El bixo dice que es por la altura. Yo creo que son las ventanas. Tiene una especie de terraza cerrada (pequeña, aquí como en Medina, todo es pequeño) donde hay una mesita de camilla y un par de sillas. Aquí es donde comemos y donde ahora escribo, porque entra la luz de lleno y uno de sus laterales da a unas vistas que me tienen enamorada. Se ven los tejados de las casas de los alrededores; al findo, una especie de colina se extiende paralela al horizonte, y entre la colina y los tejados, los ojos se pierden en lo que parece un trozo de mar.
- Ah, es el Tajo.- nos explicó el casero, al ver nuestras caras de sorpresa.- Este sitio es privilegiado, - dijo eso o alguna expresión similar, seguramente más sencilla, en su limitado pero ágil español - porque aunque está en el centro es tranquilo, y la parte de atrás da a este lado del Tajo".


Foto tomada desde la ventana del apartamento

....
Cuando le preguntábamos a la gente que conocía la ciudad qué les parecía, la respuesta era asombrosamente unánime:


- Decadente.

- Caótica.
- Romántica.


Al bixo le llamaba la atención que todo el mundo coincidía en los adjetivos. A mi lo que más me sorprendía era que semejantes calificativos los proferían las mismas personas que aseguraban que Lisboa era preciosa. "¿Cómo pueden encontrar belleza en el caos y en la decadencia?", me preguntaba para mis adentros (a veces para mis afueras también), antes de partir, llena de escepticismo y aún con los vestigios de un antiguo trauma (cuya explicación podría ocupar perfectamente varias entradas de este blog).


Algunos instantes robados del Oceanográfico:










Pronto comprendimos que Lisboa no puede ser definida de otra forma. Es caótica. Solapa edificios ruinosos y cochambrosos con la más moderna y elegante arquitectura, sin ningún tipo de pudor. En la misma calle. ¡Y en el mismo bloque!!!. Sus calles son largas, pocas veces rectas y muy empinadas. Aunque se curven, se corten o se bifurquen, inexplicablemente para nosotras, siguen llevando el mismo nombre. Incluso hemos llegado a ver, en una gran avenida, la misma calle dividida en varias partes. Eso sí, en alguna te indicaba "lateral". El sentido de su circulación, sin embargo, puede cambiar en cualquier momento. Empiezas a bajar una calle, y a la mitad te plantan una placa de dirección prohibida, junto a su complementaria de dirección obligatoria, que en un par de giros normalmente venía a llevarte al mismo sitio del que partías. Pero entre medias te habías encontrado con un par de plazas, con otra calle empinada que mostraba una vista al mar (o al Tajo, nunca estábamos del todo seguras de qué estábamos viendo) y los perdonabas. Caótica porque cada vez que te perdías, encontrabas algún tesoro esperándote justo a la vuelta de la esquina.

Esta es la calle del apartamento, o la calle de al lado.


Es decadente porque gran parte de sus edificios, aunque bien acompañados por sus primos modernos, se encuentran en un estado ruinoso que me recordaba a La Habana. También sus colores vivos la recuerdan. Porque sus calles son estrechas y apagadas, pero abundan las fachadas de colores. El rosa está especialmente presente. El suelo está especialmente descuidado. No es uniforme (aquí nada lo es). Cuando no es asfalto rasgado por los raíles del tranvía, es una especie de mini-adoquín brillante, resbaloso y bailarín que, según anoto en mi libreta "pueden ser los responsables de mi próxima baja laboral, ya que rara es la calle donde no pego algún traspies". Los edificios públicos, e incluso sus museos, están bastante descuidados. Hasta el tranvía, uno de los símbolos de la ciudad por excelencia, es un viejo cacharro de madera, que hace un ruido espantoso tanto al acelarar como al frenar. Parece como si se hubieran quedado sin presupuesto en una legislatura anterior y todo se hubiera parado y quedado tal y como estaba entonces, hace unos 15 ó 20 años.

La belleza te espera y sorprende a cada paso. Por mucho que la vuelves a encontrar, una y otra vez, casi siempre te pilla desprevenida, porque aquí es fácil entretenerse en los detalles decadentes, incluso te encuentras diciéndote a ti misma que en esos momentos es cuando te das cuenta de cuánto ha avanzado España, en comparación. Entonces giras una esquina, pasas una calle. Y ocurre. Es una belleza sobrecogedora, que te asalta y te deja sin aliento, incapaz de seguir el hilo anterior de tus pensamientos. Así es Lisboa. "Si estuviera tan sólo un poco más limpia...", suspiro. El bixo dice que no, que eso también es parte de su encanto. Es una apreciación que no comparto, pero sí es cierto que parte de esa emoción que despierta la ciudad tiene mucho que ver con la nostalgia de lo que algún día imaginas tuvo que ser. Una nostalgia que no sólo siente el turista en su sorpresa, sino que se trasluce también en las miradas de sus habitantes, y que los ha llevado a convertir el Fado, canción triste y romántica donde las haya, en todo un reclamo turístico. Lisboa es romántica porque no le ha quedado más remedio.



El bixo, quizás contagiada por el ambiente, me regaló esta preciosa rosa

...

Os dejo algunas imágenes de la ciudad, que aunque no hacen justicia a su belleza, sirven para dar una idea de su silueta, al estilo de las sombras de Platón.


Esto es parte del paisaje que podíamos ver desde los miradores de Alfama.


...


En el interior del famoso tranvía 28:




Aprovechamos una parada en la que bajó todo el mundo para quedarnos de ocupa en uno de sus vagones.





Cierro la entrada con una imagen nocturna. Que la disfruten.




Se me cuidan.


5 comentarios:

Mirta Peces dijo...

"Lisboa es romántica porque no le ha quedado más remedio"...sí, señor..muy buena frase y muy buena explicación.
yo estuve primero en el 94 y luego casi diez años desp. creí k habría mejorado, no me gustaba ver tanto pobre por la calle y todo tan descuidado, pero desp de conocer Genova y amarla, he decidido amar tb lisboa, tal y cm es.
a parte k no descarto ir a vivir allí en algún momento de mi vida.
bs

Anónimo dijo...

Hey!
Qué tal esas vacaciones?. Me gusta ese espíritu viajero tuyo... tu forma de hablar -vale, seamos puristas: de escribir- sabe a libertad.
A mi, aunque dudo que mi destino me lleve a ella más que por vacaciones, tampoco me importaría vivir allí.
Besos.

Mirta Peces dijo...

por cierto, sara, al final nunca me escribiste el mail..igual ya no es necesario, pero me dejaste comida por la intriga..me dices al menos de que iba a ir??

Anónimo dijo...

Jajaja
Es verdad... te lo escribiré. Como no haga las cosas en el momento, después se me olvidan. ;)
Es acerca de un forward que me mandaste.
Besos

Mirta Peces dijo...

cuál?

Amnistía Internacional