Dos o tres segundos de duda

Iba a escribir sobre lo despiadado que se ha vuelto el tráfico en esta ciudad. O sobre lo mayor que me estoy haciendo yo para lo grande que se está poniendo Sevilla.

Pero de pronto ya no me apetece escribir sobre el coche que casi me arrolla en la autovía este mediodía. Ahora me parece más importante escribir sobre las metas, las expectativas y las necesidades.

Las metas son los objetivos que una persona se plantea, las expectativas son las esperanzas que esa persona tenga de conseguirlos, y las necesidades son las exigencias de la realidad, que con frecuencia obligan a abandonar las metas.

Como soy una persona bastante idealista, tengo metas y expectativas altas. El problema son las necesidades. A saber: las facturas a final de mes, la cotización al final de la vida laboral, y en definitiva esos pequeños detalles cotidianos que forman parte del engranaje de nuestra sociedad capitalista, consumista y voraz.

De momento me bandeo, en un equilibrio inestable pero equilibrio al fin y al cabo. De momento, tengo algún tiempo por delante para que alguna de esas metas se materialicen y puedan satisfacer las necesidades. Como un funambulista que camina sobre una fina cuerda, concentrada en el siguiente paso, evito mirar hacia abajo.

Pero a veces se oye un grito que surge espontáneamente desde el público. Algún gesto de sobresalto ante el peligro ajeno se cuela por la retina del acróbata. Cogido por sorpresa e incapaz de seguir obviando la certeza de que se está jugando la vida, el funambulista se desestabiliza. Pronto conseguirá recuperar el equilibrio mediante algún movimiento de compensación. Pero durante unos segundos que parecen eternos, el miedo y la duda lo han llevado al borde del abismo.

Ahora soy ese funambulista que no ha podido evitar caer en la tentación de mirar hacia abajo. Y la altura asusta. Pero más que la caída teme no terminar el espectáculo.

Se me cuidan.