Los hombres amarillos

Desde hace unos días unos hombrecillos amarillos han sembrado la inquietud en mi pequeña parcela de paraíso terrenal. No han pronunciado palabra, tampoco tengo claro que hagan algo concreto, más que ir de aquí para allá, pero su sola presencia es más que suficiente para levantar sospechas.

Las primeras veces venían de uno en uno o por parejas. De hecho, juraría que los primeros que empezaron a merodear por aquí ni siquiera eran amarillos, eran grises.

Ahora parecen haberse multiplicado. Siguen sin hablar con nosotros, sus habitantes, y la mayor parte del tiempo tampoco parecen hacer nada más que moverse, como inspeccionando el terreno a invadir, pero cada vez lo hacen más rápidamente. Parecen haber abandonado ese aire casi casual, para sustituirlo por una suerte de prisa, seguramente impuesta por su comandante.

Ayer vi a varios de ellos recortando los brotes verdes que aún crecen salvajes tras nuestros pisos. En breve se alzarán bloques de pisos sobre el campo donde ahora corre Hugo.

Se me cuidan.