lunes, 19 de julio de 2010

Vuelta Atrás

Tengo una teoría. Creo que estamos viviendo una transición social que tiene su origen en la nueva organización del trabajo en el mundo occidental.

El abaratamiento del despido, el retraso de la edad de jubilación, el aumento de la jornada laboral y la pasividad de los sindicatos mayoritarios ante esta serie de medidas señalan un retroceso sin precedente en los derechos de los trabajadores que con tanto esfuerzo se habían ido consiguiendo en los distintos países del primer mundo.


El paro, el desprestigio de los estudios universitarios y la dificultad de acceder y conservar el empleo han contribuido a crear un clima de miedo y resignación entre aquellos que tienen un puesto de trabajo. Bajo el lema "al menos tengo trabajo" se da cobijo a toda clase de silencios y asentimientos ante las más diversas situaciones de abuso de la patronal a los trabajadores.

Se saltan el convenio. "Sí, pero cualquiera protesta".
No están respetando las pausas y los descansos reglamentarios. "A ver quién es el guapo que lo reclama".
No tienes vacaciones. "Pero al menos tengo trabajo".

Da igual que trabajes 14 horas al día, da igual que no puedas disfrutar de vacaciones o que no se respeten tus derechos básicos como trabajador. Si tienes trabajo, no tienes derecho a quejarte.

Estamos volviendo al vivir para trabajar, abandonando algunos conceptos básicos del estado de bienestar, como es el hecho de que trabajamos para vivir.


Por otra parte, las increíbles e incesantes subidas de precio de los productos energéticos y de los carburantes, la congelación e incluso la bajada de los salarios, la subida del I.V.A., la dificultad de acceder a una vivienda más o menos digna y un largo etcétera que ustedes conocéis tan bien como yo, están contribuyendo a una vertiginosa pérdida de poder adquisitivo de la clase media.

Cada vez las zonas deprimidas de las ciudades son más grandes y más deprimidas. Cada vez se ven más personas pidiendo limosnas por las calles y más personas aguardando en la cola del paro.

Mientras, la clase alta permanece en su burbuja, indestructible.

Yo no sé a ustedes, pero a mi esto cada vez me recuerda más a la sociedad de la primera revolución industrial, en la que la clase más amplia y más oprimida era la del proletariado, que vivía alienada por y para el trabajo, con casi el único fin de producir y de hacer cada vez más ricos a los ricos. Alrededor de las grandes urbes, creciendo cada vez más, los suburbios.

Quizás tengamos en nuestras manos la posibilidad de parar esta progresiva tendencia. Quizás, entre peonada y peoná podamos pararnos a recordar qué significa el estado de bienestar y volver a reivindicar los derechos por los que ya lucharon nuestros padres y nuestros abuelos.

Se me cuidan.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que la ley del silencio reina actualmente en el trabajo, nadie se queja o al menos se queja menos, por ese estado de inseguridad laboral. Ojalá sólo sea un receso y no un retroceso.

Besos.

La_Esperada dijo...

Qué optimista!

Candela dijo...

Creo que, en tiempos de crisis, es de lo más normal una actitud conservadora.

Pasará, como todo, y volveremos a ser los que éramos, todos.

Besitos.

La_Esperada dijo...

Me alegra veros optimistas.

Volveremos a hablar de esto en un par de años, a ver si llevabais razón.

Besos!

Anónimo dijo...

Seguiremos así mientras los políticos socialistas no hagan nada y mientras la oposición lo único que haga sea recriminar al Gobierno. Habría que dejar el poder a otros, porque sino me veo en una guerra civil y no tengo ganas de combatir; demasiado que me quitan el 5% de sueldo.

Augusto dijo...

No sé cómo andará por allí la cosa, pero es verdad que tragamos muchas cosas por nuestro(s) trabajo(s), y sí, hay que poder protestar, pero cuando estemos en una posición de fuerza.

De nada sirve tener una pataleta cuando somos fácilmente reemplazables. Hay que hacerse imprescindibles, hay que hacer un buen trabajo de tal manera que la empresa piense que perderá si nosotros nos vamos.

Ningún sindicato, ningún político va a hacer nada por nosotros. Al menos nunca lo han hecho por mí, no sé vosotros.

Venga! Al tajo!

Amnistía Internacional