Desocupando

Qué poco dura lo bueno.

De nuevo haciendo las maletas. Este fin de semana me despediré de la terraza, de las tortugas (una se encuentra en paradero desconocido) y del jardín botánico de mis padres. Adiós a la piscina.

Vuelta a los ladrillos de Medina, a sus miniventanas y a sus mini-casi-todo. Pronto se acabarán las carreras de Hugo dentro de casa y sus resbalones en el mármol. Tendré que subir tres plantas de empinadas escaleras de caracol para tender la ropa y cada vez que haga cualquier cosa en la cocina los olores llegarán hasta la última parte del salón. Tendré que mover el aire acondicionado portatil, junto con sus ligeros y manejables tubos, cada vez que cambie de estancia y no quiera morir cocida al vapor.

Hasta aquí, el vaso medio vacío.

Llenémoslo:

Podré volver a ver las series online, en vez de on_pedacitos_mientras_la_página_se_carga. Tendré a mano prácticamente todo y podré recoger lo que me dejo olvidado en cualquier parte de la casa con sólo dar unos pasos. Me dará igual que el bar de abajo de mi ventana arme escándalo hasta las tantas de la mañana, porque el sonido del aire acondicionado portátil ahogará el resto de los ruidos. Podré aparcar al lado de casa aunque viva en el centro, porque la mitad de la población está veraneando fuera.

Medina es pequeña, muy pequeña; repleta de objetos, casi siempre desordenados, desafía constantemente las leyes de la física. Es un pequeño zulo, pero es nuestro zulo. Al menos, mientras sigamos pagando los recibos del alquiler.

Pd.- Ya hay fecha para la celebración de mi 32 cumpleaños.

Se me cuidan.