miércoles, 12 de diciembre de 2007

Por cobardía

Hoy he amanecido en Cáceres. Hacía tiempo que no pisaba aquellas tierras, que tantos recuerdos me traen. Fue por estas fechas precisamente, por Navidad, cuando empecé a hacer aquellas escapadas. Escapaba de la ciudad, del ruido, pero también de la que entonces era mi vida.
Porque mientras mi coche iba haciendo kilómetros y el paisaje se volvía cada vez más verde, mi mente se vaciaba de recuerdos.
El aire es más puro por allí arriba. Y el cielo más estrellado. Me encanta ese cielo. Es lo que más me gusta cuando salgo de Sevilla: ver estrellas en el cielo. Estrellas y mar. Eso es lo que le falta a Sevilla. Casi nada. Pero nos queda el carril bici. Porque ahora tenemos carril bici, seguimos sin aceras, tenemos menos aparcamientos que nunca, pero podemos llevar nuestra bici casi de una punta a otra de la ciudad. Lo cual, teniendo en cuenta las suaves temperaturas que disfrutamos en Sevilla a lo largo de todo el año, sobre todo en verano, es algo muy adecuado. Y en el raro caso de que nos entra calor, siempre podemos disfrutar de la recién innaugurada "Playa de Sevilla", a la verita del río, ese río tan limpio: el mismo.
¿Por qué no estáis juntas?", pregunta sin apartar la vista de la carretera. Yo la miro incrédula. No es la primera vez que respondo a esa pregunta, probablemente tampoco será la úlitma. Pero ya he mantenido esa conversación con ella.
"Yo siempre he pensado y seguiré pensando...- sigue hablando, dándome a entender que ella ya tenía la respuesta. Entonces me doy cuenta de por qué repite la pregunta. No le valió la larga explicación que le dí la primera vez que se interesó por la cuestión. Tampoco la segunda, y tampoco le valdría la que yo le diera aquella tarde, ni ninguna, hasta que no coincidiese con la suya. Entonces escuché su teoría.- ... que no estáis juntas por cobardía".
Mis ojos no se salen de sus órbitas, aunque de haber tenido esa capacidad quizás lo hubieran hecho. En cierta forma, estoy tan acostumbrada a aquella pregunta como a la reacción de incredulidad que sigue a su respuesta. Pero quizás me sorprendió más verla en ella. Pensaba que conocía la historia de cerca, después de todo, ella ha sido testigo privilegiada del desenlace.
Por cobardía... curiosa visión. Curioso que a alguien la decisión más dura y difícil de mi vida le parezca un acto de cobardía. Los actos de cobardía se hacen por omisión. Por cobardía se esconde una falta, por cobardía se huye, por cobardía se calla.
La cobardía está motivada por el miedo. Miedo a enfrentar las consecuencias de nuestros actos, a afrontar cosas que no nos gustan. La cobardía paraliza. O moviliza para salir corriendo en dirección opuesta a donde está el problema.
Y cuando huimos de un problema, en un primer momento hay alivio, hemos dejado el peligro lejos. Pero pasado un tiempo, vuelve la intranquilidad. Porque nos hemos alejado del dolor, o hemos cerrado los ojos a él, pero no lo hemos afrontado. Y nos damos cuenta de que por mucho que corramos, por fuerte que cerremos los ojos, el miedo sigue estando ahí. No ha desaparecido. Y el malestar nos sigue acompañando. Justo al contrario que cuando lo enfrentamos. Que al principio te quieres morir, al mirar a tus temores a la cara, pero después, una vez hecho, y si consigues sobrevivir, ya están resueltos. Y no vuelven a causar más dolor.
Dejarla fue la decisión más dura de mi vida. Alejarme de la persona que más me había querido, de la única persona a la que yo había amado, sabiendo que le estaba haciendo daño, y haciéndomelo a mi también. Sin terceras personas de por medio, sin haberme desenamorado. Sin otros labios esperándome. No fue un acto de cobardía. Creo que puede calificarse de muchas formas, pero de cobardía no. Cobardía hubiera sido haber seguido juntas a pesar del daño que nos estábamos haciendo. Cobardía hubiera sido cerrar los ojos a los problemas y quedarme en la seguridad de sus brazos. Mirar hacia otro lado. Renunciar a las cosas que para mi eran importantes, en las que yo creía, o haberme pasado la vida sufriendo intentando cambiarla... por no poder soportar la tristeza de perderla.
Lo pasé mal. Lo pasé de pena. Lloré, me desesperé. Pedí ayuda. Me refugié en amigos y desconocidos. Pasamos por todas las fases habidas y por haber dentro de una ruptura. Hasta por la de volver a intentarlo. Pensé que nunca podría querer a otra persona.
Dos años después de la ruptura definitiva, dos años después de mis primeras escapadas a Cáceres, si hay algo de lo que me sienta orgullosa, es de haber superado esa época. Haber dejado atrás ese círculo vicioso, ese bucle del destino que nos hacía volver una y otra vez de forma inevitable, y tras una primera época de ilusión, de bruces contra la dolorosa realidad de nuevo.
Ahora es de nuevo una de las personas más importantes de mi vida. Creo que nunca dejó de serlo. Pero ahora lo es de forma diferente. Puedo mirarla, abrazarla, incluso llegar a dormir en la misma cama que ella, sin necesidad de nada más. Sin segundas intenciones. Ni dudas. Puedo disfrutar de su amistad de forma sincera y honesta. Estoy segura y orgullosa de aquella decisión que en su momento tantas lágrimas me arrancó.
¿Cuándo se produjo el cambio?. Quizás se produjo poco a poco, o quizás no.
Un libro precioso de Laura Esquivel, la autora de Como agua para chocolate, empieza con una preciosa reflexión acerca del olvido. Es una pena que no lo tenga aquí para poder reproducirlo. Pero las últimas lineas se me quedaron grabadas. Decían: "¿Cuándo se deja de amar?: cuando se vuelve a amar nuevamente". Sin entrar en la salida fácil de "la mancha de mora, con mora se quita", me adhiero totalmente a tal afirmación. Toda ruptura, como pérdida que supone, requiere un duelo, necesita tiempo para asumirse. Y la prueba irrefrutable de que ese duelo se ha superado, es volver a tener la capacidad de amar. De entregarse de nuevo a otra persona.
Quizás es difícil de entender desde fuera. Quizás, como me decía mi interlocutora sin apartar la vista de la carretera, cueste comprender que tanta complicidad como seguimos conservando no se acompañe de nada más. Que tanta pasión se haya apagado definitivamente.
¿Dónde hubo fuego quedan brasas?. Durante un tiempo sí. Muchas. Y queman. Normalmente no calientan por si solas, pero conservan el calor suficiente para volver a prender otro fuego, si le das combustible. Pero hasta las brasas se apagan, si se les concede el tiempo suficiente. Cualquier persona que haya disfrutado del placer de una chimenea en su casa lo habrá podido comprobar. Pasado el tiempo necesario, a veces unos minutos, a veces todo un día, lo único que queda de aquel fuego tan abrasador es un montón de ceniza. Fina, gris, suave, tan bonita como frágil. Y para tí es un misterio, científicamente probado, pero un misterio ante tus sentidos, cómo lo que hacía apenas unas horas eran llamas incandescentes, se ha quedado convertido en ese polvo compacto que se deshace entre tus dedos al tocarlo. Un nuevo misterio más de la naturaleza, que se despliega ante nosotros en todo su explendor, mostrándonos los dos opuestos de su esencia: la fuerza de la vida, y su fragilidad ante su destino final, la muerte.
El amor se parece a la vida. Y al fuego. Se abre paso en todos los lugares, en las circunstancias más inverosímiles, se adapta a condiciones extremas; a veces calienta, a veces quema; a veces su llama nos abrasa, otras nos da calor. Y a veces, simplemente se apaga.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Por cobardía y por miedo se pueden hacer o dejar de hacer muchas cosas...
Echo de menos el desorden de tu coche, echo de menos tu despiste natural, echo de menos tu risa, meterme contigo, reirnos juntas...te echo de menos a ti...

Anónimo dijo...

Jajaja
El desorden de mi coche... vaya, nunca pensé que nadie extrañara ese tipo de cosas.
Yo tb te extraño, anónimo.

Anónimo dijo...

Bueno, puse sólo unas cuántas cosas...podría haber puesto muchas más...Pero olvídalo, no me hagas caso, sólo ha sido un momento de debilidad en el proceso de habituarme a tu ausencia...cuídate mucho

Anónimo dijo...

Tú también.

Anónimo dijo...

Por cierto, he encontrado la chorradilla que te traje de Inglaterra, dime si la quieres y se la daré a Ro para que te la pase,ok? Enga nos vemos....CJ

Anónimo dijo...

Prefiero que la guardes y me la des personalmente... cuando retomemos.
Mientras tanto, cuídate mucho.
Pd.- tus ojos bien,no?

Anónimo dijo...

Me encantará que llegue ese momento...Espero que sea muy pronto. Un beso

Pd: Mis ojos van tirando, pero la recueración es lenta...El ojo derecho no tiene edema, pero me está doliendo más que el izquierdo

Anónimo dijo...

Ánimo con la recuperación.
Un beso!

Anónimo dijo...

Gracias...bueno ya sabrás que las visitas aceleran la recuperación, no? Podrías visitar a una amiga enferma...Besos

Perugorría dijo...

Esperada escribes muy bien. No te lo digo por decir, es cierto. Puedes estar segura. A hablar se aprende hablando y a escribir escribiendo, como decía Platón ¿ o era Cicerón? Saludos ya sabes que puedes contactar conmigo cuando quieras. Saludos.

Anónimo dijo...

¿A alguien se le ha olvidado el concepto de la actualización? Como veo que no eres de darte por aludida...Actualiza!

Anónimo dijo...

feliz navidad, sara!
marta

Unknown dijo...

Sarita, solo hoy he descubierto tu blog y ya me lo he leido todo... de todos, el post que mas me gustò ha sido esto. Sì Sara sabes escribir, porque "disenas" cuando escribes y haces que las personas se identifiquen con lo que escribes.
Frustrada o no, eres una gran escritora.
Te quiero mucho y te abrazo desde Italia,
tu Sara

Anónimo dijo...

Muchas gracias, amiga. Qué alegría leerte y verte por aquí!

Amnistía Internacional