viernes, 23 de marzo de 2012

Where is Wally?

Estudiar, corre, que no me da tiempo, trabajar, corre, que hay que presentar, trabajar, que hay que dejar terminado, estudiar, que hay que redactar informe, estudiar, que hay que sacar nota, estudiar, que hay que mejorar el inglés, trabajar, que ya vamos mal con los plazos, estudiar, que hay que leer más bibliografía, trabajar, que aún quedan centros por concertar, trabajar... hasta que de pronto... empiezo a darme cuenta de que con las prisas me he dejado algo olvidado.


Entonces freno de golpe. Miro a mi alrededor, no lo encuentro; giro la cabeza hacia atrás y de pronto lo encuentro: sí, estoy ahí. Con el ajetreo, me había olvidado de mi varias paradas atrás.

Me doy cuenta de que tengo que ir a buscarme, antes de que me pierda más todavía.


Voy a la peluquería. Tomo algunos tintos al sol (con buena compañía, por supuesto), compro cuatro limpia-cristales para frenar la invasión de algas de mis acuarios, compro un libro acerca de los conflictos (vale, no todo va a ser placer, sigo teniendo que hacer millones de lecturas y esa es una de ellas) y me hago un regalo especial: me compro un Cd original de uno de mis grupos favoritos. Esto último lo hago por fetichismo y por agradecerles que sigan haciendo música. Como imaginareis, tengo la mayoría de las canciones y las que no, gracias a Dios y a la cobardía socialista, a día de hoy aún son fácilmente descargables...


Suena perfecto en mi coche. Subo el volumen. Ya me he encontrado. Ahora puedo seguir avanzando.

Quizás habréis reparado en que para encontrarme he tenido que soltar cierta cantidad de dinero. Cada acto de amor propio ha implicado algún tipo de transacción comercial. ¿ Acaso hay que comprar la felicidad ?. No sé vosotros, pero yo sí la tengo que comprar, y cada vez me sale más cara, por cierto.

El bienestar que me produce tener un techo que me cobije me cuesta una fortuna al mes; el lujo de poder ducharme con agua caliente, otro de mis pequeños grandes placeres, me lo cobran a precio de oro; para poder ver una película, una serie, bajo la manta y con el calentito, tengo que pagar religiosamente la factura que Endesa calcula o estima que gasto; para poder jugar con mi perro tengo que visitar frecuentemente a un señor muy amable que tras vacunar o curar a Hugo me pide con una sonrisa mi tarjeta de crédito; para ir a tomar café a cualquier lado que no sea en mi salón o en el salón de mi hermana tengo que coger un aparato muy moderno y muy abollado que no se mueve por menos de 5 pavos de combustible....

Y para terminar esta entrada tan materialista, algo de romanticismo, aunque sólo sea por aquellas pequeñas y poquísimas cosas con las que podemos rozar el cielo sin gastar... mucho.




Buen fin de semana!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu post!!Y aunque no me siento identificada porque mi vida no va a ritmo frenetico (de exo se mueve a paso de tortuga...) y mis pequeños caprichos son más caros de lo que cuesta comprarse un CD, me gusta lo que escribes. Es bueno recogerse a medio camino y ponerse en forma para seguir la marcha. Sin prisa pero sin pausa :)
Y ya sabes que aunque no te acompañe a IKEA, tienes el salón de mi casa para todos los cafés que quieras!
Un beso hermanita

laesperada dijo...

Jajaja

Gracias peque!

Amnistía Internacional