Hoy es el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. Igual hay personas que protestan porque no existe un día mundial contra la Gripe o contra las Alergias a los Ácaros. Y es que eso de la discriminación positiva no está bonito, ni siquiera entre las enfermedades. Pero en esto de los días mundiales ya se sabe, lo que prima es el número de muertes y dar un poco de visibilidad a lo que el resto del año ignoramos. Y de Gripe A y demás derivados ya hemos tenido bastante este año.
Mis condolencias a las víctimas del SIDA, a las mortales y a las que han sufrido o siguen sufriendo discriminación por esta causa. Mi solidaridad con las personas que luchan día a día contra una de las enfermedades que más miedo ha suscitado en el siglo XX. El mismo miedo que llevó a afirmar que tras el SIDA estaba la mano de Dios impartiendo justicia (¿venganza?) contra los despojos de la sociedad: drogadictos, gays y prostitutas. El argumento no era nuevo, cada vez que una nueva enfermedad azota al mundo no faltan las voces acusadoras. También se creyó en su momento que la Peste tenía la misma función limpiadora y vengativa. Hace falta que caigan víctimas bien situadas socialmente para que se comience a prestar atención a otras voces: científicos, médicos, epidemiólogos, cabezotas rebeldes que en vez de agachar la cabeza ante la evidencia, se han afanado en la ingrata tarea de buscar causas y remedios a lo que para muchos es sólo la incuestionable e inapelable ley de Dios.
Pero yo no quería hablar de esto hoy. Hoy sólo quería alzar mi voz a través de estas líneas para denunciar lo que me parece uno de los peores atropellos que puede cometer el ser humano. A lo mejor es una barbaridad pensar que algunos secuestros están más justificados que otros, o que algunos secuestrados merecen menos su suerte que otros, pero no puedo evitar sentir una especial punzada de indignación cuando se cometen actos semejantes.
Si ya es vergonzoso hacer uso de la fuerza, la violencia o la coacción para conseguir tus objetivos; si ya es sangrante privar de libertad y de otros derechos fundamentales a personas inocentes, porque sí, porque pasaban por ahí, porque les ha tocado... secuestrar a personas que lejos de ser culpables o parte implicada en el conflicto, estaban allí precisamente para ayudar. Atentar contra cooperantes me parece un acto que debería estar penado con la condena más grande y firme que nuestro sistema penitenciario pudiera tener. Igual que es un agravante atentar contra un miembro de tu propia familia o contra un agente de la autoridad, hacerlo contra una persona que renuncia a sus comodidades para conseguir un mundo más justo, allá por donde la justicia parece haber olvidado pasar, creo que tendría que tener una consideración y una pena especial. Miedo me da la posible actuación del gobierno, a tenor de su gestión con el secuestro del barco Alakrana (que dicho sea de paso, navegaba en aguas internacionales con bandera vasca, en vez de con la española, como marcan las leyes, circunstancia que por lo visto no le impide pedir ayuda al gobierno de la nación que no reconoce, cierro paréntesis). Es lo que tiene reforzar un secuestro con un rescate millonario: que la conducta se repite de forma rápida.
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Mi solidaridad con los cooperantes secuestrados en Mauritania y con sus familias, junto con mi sincero deseo que de todo termine bien y puedan volver a sus casas o a reanudar su vida como les plazca lo antes posible. Mi asco y repulsa hacia los secuestradores. Ignoro si tras esto se encuentra Al-Qaeda, una guerrilla, mercenarios o delincuentes comunes. Para mí en este caso todos tienen la misma consideración de delincuentes sin perdón.
Se me cuidan.
2 comentarios:
madre mia... que fuerte todo lo que ronda tu cabecita... me sorprendes...
¿ Por qué... ?
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