sábado, 4 de julio de 2009

La armadura


Probablemente la pregunta a la que más veces me he enfrentado como psicóloga ha sido "¿Y eso se quita?", en sus múltiples variantes. Desde "¿eso puede cambiarse?", ¿eso puede superarse alguna vez?". Que viene a ser algo así como el "¿y eso tiene cura, doctor?" de los médicos.

La respuesta varía en función de cada circunstancia, pero en realidad siempre es la misma.

Cuando hablamos de conductas:

Si la persona que pregunta no es la misma que padece "el mal", la respuesta es NO. No es posible hacer que alguien cambie. Las personas no cambian: aprenden, evolucionan, pero siempre desde a través de la experiencia. Por muy motivados que estén unos padres para que su hijo estudie o deje de tomar drogas, por muchas ganas que tenga una esposa de que su marido sea menos celoso, más imaginativo, nadie cambia por deseo ajeno.

Si la persona motivada para el cambio es la misma que pregunta, algo conseguirá. El grado de éxito dependerá de lo enraizado del hábito en su funcionamiento psicodinámico (no tanto por lo viejo que sea sino por cómo esté relacionado con los conflictos no resueltos de esta persona) y de la capacidad de la persona en cuestión de posponer las recompensas.


Cuando hablamos de traumas o sentimientos de pérdida, abandono, rechazo, maltrato, etc:
La capacidad de recuperación de la persona es directamente proporcional a la calidad de las relaciones afectivas que haya podido establecer en los primeros años de su vida.

¿Cómo se mide la calidad de una relación afectiva?. Como la mayoría de ustedes ya imaginareis, no es por la cantidad de horas que pasemos con esa persona. Podemos pasar gran cantidad de tiempo en compañía de personas con las que nunca llegamos a vincularnos afectivamente. O lo que es peor, con personas con las que, para nuestra desgracia, establecemos un vínculo afectivo, pero que en vez de satisfacciones nos dá disgustos. Estamos en lo mismo: cuánto mejor hayamos aprendido a relacionarnos siendo niñ@s, menos dispuestos estaremos a mantener este tipo de relaciones dañinas. Efectivamente, estamos hablando de la archiconocida autoestima. Pero no nos adelantemos. ¿Qué distingue a una relación afectiva de calidad, de 5 estrellas por así decirlo, de una relación de pacotilla?. Parece una pregunta compleja, pero la clave está alrededor de un sólo verbo: cuidar. ¿Esperábais la palabra "sentimientos", "amar"?. Eso llega luego. Tened paciencia.

¿Qué significa cuidar?. O mejor dicho: ¿qué significa cuidar bien?. Cuidar bien significa saber responder a las necesidades de la otra persona. Y para responder a una necesidad hay que darse cuenta de que esa necesidad está ahí. Hay que tener "sensibilidad" para saber captar las necesidades del otro. Cuando somos adultos parece una tarea sencilla. Basta con que abramos las orejas cuando escuchemos que otra persona nos dice: "necesito...". Pero cuando se trata de saber por qué llora un bebé, la cosa se complica. A mí una de las cosas que más me maravilla de este mundo es ver a una madre que a los dos segundos de que su hijo haga una mueca con la cara, antes incluso de que llegue a proferir ningún sonido, te explique: "tiene hambre". Puedes pensar que es su hora de comer y a veces es cierto, pero igualmente una madre te puede decir: "eso es que le duele la barriga". Ahí la llevas. Y el bebé de dos meses, con una mueca que a tí te parece exactamente igual a la que puso cuando tenía hambre. Ese nivel de conocimiento, de sensibilidad hacia el otro sólo se consigue cuando te has llevado muchas horas observándolo, pendiente de él, atenta a la menor señal de que ese niño puede necesitarte. Esto nos puede llevar a pensar que una madre que se lleva todo el día encima de su hijo lo cuida muy bien, y eso es sólo cierto a medias. Los bebés tienen mucha necesidad de atención, pero también tienen necesidad de intimidad y de independencia. Lógicamente, al principio las necesidades de atención de un bebé son enormes y mínimas las de independencia, pero ambas existen desde un principio y lo harán hasta el final de los días de esa persona que acaba de nacer. La proporción se va invirtiendo conforme a ese niño vaya creciendo y madurando y si de mayor la persona adulta vive lo bastante es muy probable que esa proporción se vuelva a invertir, en lo que los naturistas llaman el ciclo de la vida.

Las madres hiperpreocupadas por sus hijos son aquellas que le ponen un chaleco al niño cuando ellas tienen frío, aunque el niño esté al borde del sarampión. No han aprendido a distinguir las señales de su hijo pero ante la duda, actúan. Están cuidando a su hijo, pero lo que hace ponerles el chaleco, o darles de comer, no es responder a la necesidad del niño, sino a sus propias necesidades. Es la angustia propia de no saber lo que le pasa al niño lo que les lleva a hacer una cosa u otra. A veces acertarán, otras tantas se equivocarán. Si a cualquiera nos dan a elegir, la mayoría de nosotr@s eligiríamos a esa madre insegura que con cierta frecuencia se equivoca a otra que pase totalmente de nosotr@s, no?. Y hacemos bien.

También os habreis dado cuenta de que aunque se diga que el tiempo no es lo más importante, difícilmente vamos a poder ser sensibles a las necesidades de nuestros hijos, o de quién sea, si no estamos ahí para verlas. Obvio. Pero es aquí dónde entra en juego otra palabra clave a la hora de entender las relaciones y los vínculos afectivos: la disponibilidad. A lo mejor no hace falta que tengamos a la señora madre que hemos cogido de ejemplo todo el santo día observando a su hijo. A lo mejor basta con que si el niño llora, ella acuda a la llamada. En la serie willy Fog -ya no hay series como las de antes- lo decía la letra de la canción claramente: "si te encuentras en peligro... sílbame... tú sílbame... y ya voy". No se trata de estar siempre, sólo de estar cuándo la otra persona lo necesita. Claro que para poder responder a una llamada de auxilio hay que encontrarse cerca, o disponer de un buen sistema de comunicación, al menos. Hay que estar disponible: accesible.

Cuántas más personas sensibles a sus necesidades haya tenido un niño alrededor, más probabilidades tendrá de superar lo que le echen. El por qué y el por qué es tan importante que esto ocurra durante los años de infancia es algo que ya queda largo para este post. Si quereis en otro os lo cuento. Como me imagino que os basta con una clase de psicología por hoy concretaré:

Qué afortunadas pueden -podemos- sentirnos aquellos que hemos tenido al menos a una persona sensible a nuestras necesidades cuando nosotros no teníamos aún la capacidad de cubrirlas por nuestros propios medios, cuando dependíamos exclusivamente de nuestro entorno para sobrevivir y para desarrollarnos como personas. Podemos estar segur@s de que esas personas que nos querían y que se preocupaban por nosotr@s nos han dejado una resistente armadura para resistir los embistes que a buen seguro nos dará la vida y lo que es aún más importante: nos habrán dejado también una bonita sonrisa para recibir los regalos y los placeres que igualmente encontraremos a nuestro paso. Nos habrán enseñado a cuidar y a sentirnos dignos de recibir cuidados.

Esta entrada va dedicada a aquellas personas que cuidaron bien de alguien alguna vez. A las que, aún sin estar ya entre nosotros, siguen presentes en la memoria de aquellos a quienes cuidaron. Es por ellos que pese a los golpes, las decepciones y los rechazos, queda bondad y esperanza dentro de nosotros.

Se me cuidan.

7 comentarios:

Mirta Peces dijo...

me ha gustado esta lección de psicología, Esperada.
Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Ya tengo internet en casa, trataré de estar un poco más en los blogs...besos.
Un post bastante interesante...CJ

Candela dijo...

Muy interesante. Muchas gracias.

Besitos.

Unknown dijo...

Te he dicho muchas veces lo mucho que me gusta como escribes.Hoy me vuelvo a reafirmar..

Anónimo dijo...

Gracias Mirta. Me alegro que te guste. Este blog no sería el mismo sin tí.

Buenas CJ! Te echábamos de menos.

De na' Candela, a mandar.
Pd.- ya empecé el relato para el concurso :D.

Qué sorpresa verte firmar un coment! Gracias.

Mirta Peces dijo...

mi blog tp es lo mismo sin tí! ;)

Anónimo dijo...

Gracias :)

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