viernes, 3 de abril de 2009

Nueva Entrega

Lo prometido es deuda. Os dejo la segunda parte del relato que publiqué hará unas dos semanas. No he querido ponerlo todo junto para no saturar, así que lo que queda lo subo uno de estos días.

" (...) Arturo entra en la habitación lentamente pero con seguridad. Son muchas tardes acudiendo a la misma clínica, a la misma sala, para ver a su mujer. Sus amigos e incluso la familia de ella (sus dos hermanos, porque sus padres fallecieron en el mismo accidente en que ella quedó en coma ), empiezan a decirle que tiene que seguir con su vida, que es demasiado joven para encerrarse en aquella habitación. Sin embargo él sigue visitando a su mujer cada tarde, sin faltar una, desde aquel fatídico 14 de junio.
Su mujer lleva en coma trece meses. Toda una eternidad para quien espera que cada día sea el último de esa incertidumbre. Pero Arturo no se da por vencido. Nunca le dieron plazos, ni siquiera muchas esperanzas.
- Puede ocurrir cualquier cosas.- le había explicado el médico.- Puede que despierte mañana, o puede que no lo haga nunca.
Arturo prefirió aferrarse a la primera opción. Todas las tardes, al salir del trabajo, iba a ver a Casimira. Se sentaba junto a su cama, tomaba su mano y le contaba con naturalidad cómo había ido el día, las cosas que le preocupaban… Le hablaba de Carlos, de lo bien que le iba en el colegio y lo orgullosa que estaba la maestra de él. Poco a poco, se iba acercando más a ella, y al final terminaba tumbado en la cama a su lado, quizás en un intento de imaginar que en vez de en aquella fría habitación, se encontraban en su propio dormitorio.
Para tener algo de intimidad y poder hablarle sin tapujos, Arturo había solicitado una habitación individual para su mujer. Gracias a que siempre había destacado en la empresa y a su seguro médico privado, hoy podía permitirse pagar ese tipo de comodidades. Al principio le habían asignado una pequeña habitación con una sola cama y un sillón y un par de sillas para las visitas. Pronto, quizás conmovida por la devoción de aquel hombre hacia su mujer, la directora se las ingenió para cambiarla a una habitación más amplia, con dos camas, una para la enferma y otra para su marido, que tantas horas pasaba junto a ella.
Arturo agradeció el gesto, sobre todo porque la nueva habitación tenía un gran ventanal por donde entraba la luz del sol a borbotones, pero nunca llegó a usar aquella segunda cama. Cuando llegaba se sentaba en una de las sillas, que resultaban más fáciles de arrimar a la cama que el mullido y pesado sillón. Conforme pasaban las horas, casi sin darse cuenta, se iba reclinando más hacia su mujer, y cuando se quería dar cuenta estaba echado a su lado.
Los fines de semana también iba a verla, llevando con él a Carlos. Quería mantener la imagen de Casimira tan viva y presente en su hijo como lo estaba en él. Además, estaba convencido de que a ella también le sentaba bien recibir las visitas de su hijo.

Desde aquel 14 de junio, su vida había dado la vuelta como un calcetín. Se habían acabado los viajes, los congresos y los cursos; los paseos con su mujer y las tardes en las que se iba con Carlos a montar en bici. Ahora su rutina se reducía a trabajar, ir a ver a su mujer a la clínica y hacer la infinidad de labores domésticas que hasta entonces habían recaído sobre su Casimira. Hasta entonces no se había dado cuenta de lo pesado que debía de resultar para su mujer llevar el peso de la casa, prácticamente sola, como ahora le había tocado a él. Tampoco sospechaba las grandes dosis de paciencia que tenía que tener con su hijo a la hora de ponerse a hacer los deberes con él.
En el trabajo se había convertido en un autómata. Se limitaba a echar las horas justas y a llegar a los objetivos mínimos para que no lo echaran, cuando siempre había sido un ejecutivo brillante, que para colmo disfrutaba haciendo su trabajo. Sin embargo hacía tiempo que había dejado de disfrutar por las cosas de este mundo. Únicamente encontraba algo de paz cuando veía sonreír a su hijo, cosa que por desgracia ya sucedía muy raramente, o cuando, vencido por el cansancio y llevado también por la inercia de una vida en común, se tumbaba en la pequeña cama de su esposa, y por un segundo, mientras escuchaba su respiración tranquila, podía imaginar que nada había pasado. "

... C O N T I N U A R Á ...

...

Se me cuidan.

6 comentarios:

Mirta Peces dijo...

la verdad es que es bastante triste :(
hoy no tengo yo el día.
te contesté al mail

Anónimo dijo...

Espero con ansiedad la próxima entrega...CJ

Anónimo dijo...

Tienes algunos mails mios en tu cuenta "yosara", ok? Ya me dices...besos. CJ

Anónimo dijo...

Canija mira el tuenti...CJ

Mirta Peces dijo...

:( k hay en el tuenti??

Anónimo dijo...

Voy

Amnistía Internacional