"No hay química" le dije al ver su foto. Me arrepentí de haber escrito aquellas palabras desde el día en que la conocí en persona.
"No hay química", me repitía ella semanas más tarde, sonriendo. Lo decía amenudo. Nunca supe si por convicción o por venganza. No había química, pero nos buscábamos. Por más que intento recordar, no pongo en pie el momento en que se hizo imprescindible en mi vida. Cuándo empezó la necesidad de verla a diario, de hablar con ella cada noche, antes de acostarme. Creo que fue algo tan progresivo y natural que ninguna de las dos pudimos darnos cuenta.
Lo nuestro era una bonita amistad. Teníamos la mejor de las coartadas: otra persona en la mente. Ella me contaba los avances y retrocesos de su historia amorosa y yo le confesaba mis fantasías y temores con aquella chica que me traía loca. Nos comprendíamos y nos reíamos juntas. Sin más pretensiones. Pero nos costaba separarnos.
"Es una chavala que entiende con la que me llevo genial, pero no hay nada más: es sólo amistad", le decía a mis antiguos amigos. La noche que se la presenté a él me sentí como la mayor de las embusteras. Llegó y lo inundó todo. No pude apartar mis ojos de ella, igual que tampoco pude disimular la sonrisa de mi rostro. Aquella noche me rendí a la evidencia y empecé mi particular conquista. Fui más arriesgada que nunca, bajo la íntima convicción de que lo que me estaba ocurriendo era algo tan evidente como correspondido.
No recuerdo cuánto duró el toma y daca que mantuvimos entonces, bailando alrededor de la (¿delgada?) línea que separa la amistad del amor. Ella temía dar un paso en falso, estropear la relación que teníamos. Precaución vana, pensaba yo, consciente de que aquella amistad murió el día en que se hizo dueña de mi mirada. Aquello que teníamos al principio, fuese lo que fuese, ya no existía, había dado paso a otra cosa. Y como todo en esta vida, ya no le quedaba más camino que crecer o morir.
Tenía pensado explicárselo así. Confesarle que su amistad empezaba a hacerme daño y tras gastar el último cartucho, despedirme de ella.
No fue necesario. Ella se adelantó. De pronto, sin más explicaciones, atravesó la frontera. Transcurrieron aún algunos días más de pisar arenas movedizas. Hubo quien pensó que aquello era crónica de una historia anunciada, y quien pensó que nuestro principio no fue más que estar en el sitio adecuado en el momento oportuno, en la confluencia de dos historias que fracasan.
Ella aún duda. Aún avanza despacio, temerosa de que un día yo despierte de mi sueño y le diga: "me equivoqué". No sabe que lo que tenga que pasar, pasará, independientemente del paso que llevemos. Tampoco comprende mi certeza, porque desconoce que aquella primera noche tuve una visita inesperada. Mientras la abrazaba, y sonaba en la radio la misma música que escucho ahora, el destino vino a mi encuentro. Al verlo aparecer el corazón me dió un vuelco. Estaba allí, mirándome directamente...
a través de sus ojos.
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"Colgado de un barranco
el cura ha visto al cabo,
y el cabo al sacristán
juro por lo que fui que me iría de aquí
pero los muertos están en cautiverio
y no los dejan salir del cemeterio"
Joan Manuel Serrat
(preciosa la versión de Malú)
4 comentarios:
Entonces la visita que tuviste aquella noche era del Destino, deduzco?no? y ella es Ella..y quién es él?
Suerte para mañana!!!
Muchas gracias.
Pd.- él es un amigo... ahora común.
Besos.
(sigo repasando)
Me gusta creerme que sé más de lo que cuentas.
Por cierto, ¿cómo te salió el examen? Me acordé mucho de tí.
Besitos
El examen fue muy difícil, incluso para los que estudiaron a tope. Y por desgraca, no me encuentro en ese grupo. Casi con toda probabilidad está suspenso.
Para la convocatoria que viene espero llevarlo bastante mejor.
¿Tú qué tal?. No sé para qué te pregunto, porque nunca contestas por aquí, pero bueno.
Oye, por cierto. A qué te refieres con eso de "me gusta creerme que sé más de lo que cuentas...". A veces me intrigas.
Besos niña!
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