domingo, 13 de abril de 2008

Vida Extraña

Lo único fijo que hay en mi vida es que la mayoría de las noches entro a trabajar a las 22:00 y salgo a las 2:00 de la madrugada. A veces hay muchas llamadas, y no paras de lidiar con los clientes, pero lo normal es que a partir de las 0:30, cuando vuelvo del descanso, el teléfono suene poco, y puedes optar por hacer vida social con tus compis, leer algún períodico que alguien ha dejado por ahí o, los días en los que te encuentras más aplicada, aprovechar para hacer otras cosas. Que en mi caso, es estudiar. Cuando llegas a casa, con los ojos como platos, lo último que te apetece es acostarte. Lo llaman el síndrome de las teleoperadoras, o del trabajo nocturno. La mayoría volvemos a cenar o a picar algo (sí, el síndrome también incluye llevar unos kilitos de más), algunos se ponen a ver la tele, a jugara la play, también los hay que aprovechan para adelantar alguna tarea doméstica... yo me conecto a internet. Leo el correo, los blogs... y dependiendo de lo cansada que esté, me entretengo más o menos. Cuando estoy especialmente desvelada me pongo algún capítulo de lo último que me haya bajado. A veces incluso actualizo. Cuando me voy a la cama nunca es antes de las 3 y pico, y como tengo la mala costumbre de quedarme dormida leyendo, todavía me queda un buen rato de estar despierta.

Así que normalmente me quedo dormida cuando la mayoría de los mortales llevan varias horas de sueño. Y también me levanto con el consiguiente retraso, claro.

Esa pequeña traslocación de horario podría bastar de por sí para ponerle a una la vida un poco del revés. Pero hay más.

Trabajo a jornada parcial. Por decisión propia. Y con algo más de la mitad de lo que puede cobrar un mileurista procuro salir adelante.

Vivo en el piso de mis padres, sin ellos. Mi independencia, o pseudoindependencia, también es atípica. En vez de largarme yo, se fueron ellos. Hasta ahora he compartido el piso con mi hermana, que forma parte de la misma familia atípica que yo. Pero ella se va en septiembre a probar suerte en Madrid. Tiene ansias de aventuras y de libertad.

Hago un master que no tiene salida laboral y que me cuesta un riñón, por el simple placer de aprender y de mantenerme en contacto con la psicología clínica.

Estudio unas oposiciones a las que se presenta el ciento y la madre, que sólo han convocado 14 plazas para este año. Procuro estudiar en los huecos de tiempo en los que no tengo que dar talleres ni preparar nada, que no son muchos, aunque va por rachas. Y cuando estoy concentrada sigo estudiado hasta que la concentración desaparece, por lo que hay días que puedo almorzar a las cinco de la tarde. Otros, en cambio, como con mi pareja antes de que ella entre a trabajar, con lo cual puedo comer perfectamente a las dos del medio día. O comer después de haberla dejado a ella en donde Cristo perdió la vergüenza, que es donde trabaja, con lo que me planto otra vez almorzando sobre las cinco de la tarde. Teniendo en cuenta que entro a currar a las diez, muchas veces me voy al trabajo sin cenar, cosa que tampoco importa mucho porque como ya os adelantaba antes, ceno luego al llegar a casa. Lo malo son las porquerías de la máquina que caen entre medio.

Me gusta la cocina pero como vivo perseguida por una continua sensación de no tener tiempo de nada, alterno temporadas de no acercarme a la hornilla con tardes enteras de delantal, en las que hago comida para las otras dos semanas de "no tengo tiempo". Claro que la comida ni cabe en el congelador ni suele aguantar tanto al natural, con lo cual una buena parte de mi obra culinaria suele acabar en el cubo de la basura, con el consiguiente cabreo de mi hermana, que vive en una continua ruina económica.

Para la limpieza tampoco soy especialmente metódica. Suelo recoger la casa en los descansos de mi tiempo de estudio.

Así que llevo una extraña forma de vida, que desde los ojos más bondadosas podría interprearse como bohemia, pero que la mayoría de las veces sólo recuerda al caos. En días como hoy sólo me inspira un pensamiento: tengo que normalizarme un poco.

Os dejo una canción perfecta que escuché por primera vez a Dulce Pontes, con la que a veces me siento muy identificada:

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"Estranha forma de vida

Foi por vontade de Deus

que eu vivo nesta ansiedade.

Que todos os ais são meus,

Que é toda a minha saudade.

Foi por vontade de Deus.

Que estranha forma de vida

tem este meu coração:

vive de forma perdida;

Quem lhe daria o condão?

Que estranha forma de vida.

Coração independente,

coração que não comando:

vive perdido entre a gente,

teimosamente sangrando,

coração independente.

Eu não te acompanho mais:

para, deixa de bater.

Se não sabes aonde vais,

porque teimas em correr,

eu não te acompanho mais."

Se me cuidan.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A pesar de la critica al lugar que nos posibilita ser mileuristas te sigo queriendo.

Anónimo dijo...

me he estresao mientras te leía!!mamma mia, k ritmo!!mi vida ya sabes cm es, imagino.
bueno, chica, pronto se normalizará todo, ya lo verás.
marta

Anónimo dijo...

Anónima:
Jajaja

A Marta:
En estrés permanente vivo yo... jajaja
No te creas, no tengo mucha imaginación. ¿Cómo es?
Besos

Amnistía Internacional